Este sistema de lectoescritura marca la diferencia entre la inclusión y la exclusión, al ser para muchas de las personas ciegas y con baja visión grave el medio de acceder a la información y a múltiples tareas cotidianas del día a día.

Así lo explica Marina Rojas, jefa de la Unidad de Braille de la ONCE: “Para una persona ciega, que un envase de tetrabrik contenga una etiqueta en braille supone que pueda diferenciar si ese envase contiene leche, zumo o caldo de pollo. Puede que sea un detalle insignificante para la mayoría, pero es la diferencia entre ser autónomos o no serlo, ya que sin algo tan esencial como la inclusión del código braille en los envases dependeremos eternamente de alguien para saber qué productos utilizamos”.

“Durante muchos años y aún a día de hoy se tiene la idea de que el braille es algo obsoleto, pasado de moda o que resulta tan lento y tortuoso que no sirve para nada. Pero gracias a él, y combinado con el uso de la tecnología, muchas personas trabajamos a diario con dispositivos como teclados, anotadores o líneas braille, podemos diferenciar el color de una prenda al vestirnos o divertirnos con juegos de mesa con familiares y amigos”, dice Marina Rojas.

La Fundación ONCE América Latina (FOAL) promueve el uso del braille en la región latinoamericana, tanto extendiendo su conocimiento entre las personas con discapacidad visual como favoreciendo la producción por parte de instituciones públicas y organizaciones de la Sociedad Civil. Su uso es crítico especialmente en la etapa educativa, para lo cual FOAL apoya a los Ministerios de Educación en la creación de Centros de Recursos Educativos que puedan adaptar el material educativo en braille, relieve y macrotipo y, además, sirvan de apoyo en la inclusión educativa que marca la Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPD).