"He descubierto a mis alumnos ciegos plagiando”

FUENTE: Carlos Contreras/la república / PERÚ.

Me llamo Ana María Gómez. Tengo 47 años. Soy profesora de estudiantes de secundaria que no ven como yo. Nací en Chiclayo, pero resido en Lima desde que tenía 31. Luego de terminar la universidad, en Lambayeque, decidí dejar a mis padres y mis seis hermanos para vivir sola en la capital. Fue una terrible experiencia, lo acepto. Pero gracias a eso conocí a mi gran esposo, con quien tengo una linda hija de 10 años.
 

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¿Usted se imagina la apariencia física de la persona con la que conversa?

Muy poco... será porque no tengo esa inquietud que muchas otras (personas invidentes) tienen. Me fijo más en el carácter, en la parte psicológica. Por ejemplo, reconozco de inmediato si la persona es chocante, sincera o alegre con solo oírle hablar.

¿Así?, ¿cómo se imagina que soy yo físicamente?

Bueno, más o menos... su estatura es mediana: ni muy alto ni muy bajo.

¿Y en lo psicológico?

A primera impresión, por su tono de hablar, que es una persona alegre.

Ya... ¿y siempre se encuentra con personas alegres en la calle?

No... hay muchas personas cortantes. Por ejemplo, cuando uno va a una institución del sector administrativo, las personas son cortantes. Y para nosotros es importante la comunicación oral, queremos detalles.

Ana, usted es profesora de Lenguaje y Literatura. ¿Cuál fue la última obra que leyó?

Yo leo obras españolas y peruanas. La última obra que he leído con mis alumnos fue Conversación en La Catedral de Mario Vargas Llosa.

¿Es difícil conseguir en el país una obra con el sistema Braille?

Sí, claro, no hay obras peruanas en Braille. Solo españolas que vienen de donación. Y eso... hay contaditas en la Unión Nacional de Ciegos (del Perú). Las personas ciegas de los 60' se preocuparon mucho en transcribir estas obras.

¿Ha leído Ensayo sobre la ceguera del escritor José Saramago?

Sí, lo trabajamos en un concurso.

¿Y qué rescata del libro?

La ceguera del alma. Las personas que no son ciegas son realmente ciegas porque no ven sus propios defectos, solo los ajenos.

Hace años, usted enseñó en un colegio regular a alumnos que ven. ¿Se atrevería a hacerlo nuevamente?

Sí, por supuesto. Antes trabajaba con una pizarra, y era más difícil. Ahora se trabaja más fácil con materiales como papelógrafos, separatas y audios.

Supongo que necesita un auxiliar.

Claro, pero solo en los exámenes... para dictar las clases no tanto.

A ver, seamos sinceros: en los exámenes sus alumnos invidentes también deberán plagiar, ¿no?

Sí, incluso tienen sus claves. Si doy dos golpes es la B, y si doy uno es la A. Ellos coordinan antes entre ellos.

¿Así?

Claro, también les he encontrado con sus fólderes (de libros en Braille). Me dicen: “Profesora, ponga alternativas, alternativas… en los exámenes”. Pero un docente sabe quién responde y quién no. Para eso están los exámenes orales. Eso sí, para nosotros es más difícil plagiar.

¿Cómo se lleva con sus alumnos?

Bien, no tengo problema de antipatía, no reniego, ni ellos conmigo.

Es invidente y enseña a adolescentes de su misma condición. ¿Hay algún beneficio, por decirlo así?

Satisfacción, diría yo. El sistema Braille cansa, demanda esfuerzo. Por eso me pongo en la misma condición que mis alumnos... los comprendo, sé hasta dónde y cuánto deben avanzar.

¿En cuántos colegios ha trabajado?

En dos. Uno de educación regular y otro, especial, este (señala el piso). Ya tengo quince años como profesora.

¿Tiene algún alumno que haya ingresado a la universidad?

Ufff... varios. El año pasado ingresaron siete.

¿Qué se siente?

Alegría, orgullo, satisfacción: uno, porque han sido mis alumnos y, dos, porque están en mi misma condición.

Con la nueva ley magisterial, ¿participará en las evaluaciones?

Claro, me preparo para el ascenso.

Me cuentan que tiene Facebook...

Sí, pero entro poco (ríe). Mi hijita me lo creó. A las justas sé revisarlo.

Pero, ¿cómo hace?

Me ayuda el sistema Jaws (software lector de pantalla que convierte el contenido de la pantalla en sonido).

Tiene una hija de 10 años que no sufre de ceguera. ¿Lee en Braille?

Tiene noción, pero no lee mucho. Ella ahora es la luz de mis ojos...

Qué tierna frase, Ana. Su esposo también es invidente y ya lleva 11 años con él. ¿Cómo lo conoció?

Lo conocí en la Unión (Nacional para Ciegos) y fue por el deporte. Mi esposo en ese tiempo era atleta y yo quería practicar gimnasia.

¿Qué edad tenía?

31... ya laboraba como docente.

Entonces, es su fiel compañero...

Sí. Espero la noche con muchas ansias para verlo. Y los domingos salgo a pasear con él y mi hijita al parque. Me encanta hacer eso... 

¿Algún 'chico' de universitaria?

Sí, claro, uno. Me trató bien.

¿Era invidente?

No... sí veía.

¿Y cómo era la relación?

Duré poco tiempo, en verdad.

¿A quién admira?

A mi hermana, que se amanecía conmigo estudiando para cumplir en la universidad. Era mi audio.

Este lunes saldrá la entrevista, ¿cómo hará para leer el diario?

Fácil, alguien me lo leerá.

Sería bueno que haya diarios en Braille, ¿no?

Sí, pero le saldría muy caro al diario. Habría pérdidas (ríe).

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